El software que utilizamos se ha convertido en mucho más que una simple colección de herramientas digitales. Ha modificado la forma en que vivimos, interactuamos, pensamos y nos comportamos de una manera que pocos habrían creído posible.
Ahora, las decisiones tomadas por los equipos de software no sólo afectan a sus organizaciones, sino que pueden transformar la vida cotidiana de miles de millones de personas, para bien o para mal. Y como resultado, la ética de la tecnología se ha puesto en el punto de mira, con toda la razón.
Como personas tecnólogas, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que lo que construimos no perjudica a las personas, a la sociedad o al medio ambiente, un concepto que se conoce ampliamente como tecnología responsable. La buena noticia es que, siguiendo unas sencillas reglas de oro, incorporar la tecnología responsable a nuestro trabajo puede ser sorprendentemente fácil y profundamente gratificante.
Para explorar las tres reglas de oro, contamos con la ayuda de un nuevo amigo: Pete. Desarrollador de software, Pete se considera un panda ético. Si eres tan activo en las redes sociales como Pete, es posible que ya hayas visto algunos de los dilemas éticos a los que se ha enfrentado.
En esta serie de artículos, nos sumergiremos en cada una de las aventuras de Pete, analizando la historia que hay detrás de la tira y explorando lo que los desarrolladores y diseñadores de software pueden aprender de las experiencias de Pete.
La primera regla de oro: Alinear tus manos con tu corazón
Hoy en día, la mayoría de las organizaciones tecnológicas reconocen la importancia de la tecnología responsable y el papel que deben desempeñar para salvaguardar el bienestar de sus usuarios. Esto se refleja cada vez más en su misión y sus valores.
Pero exponer tus valores -por muy nobles o éticos que sean- no tiene sentido si tus acciones no se ajustan a ellos. Ese es el primer dilema con el que se encontró el panda ético Pete. Y si eres un usuario activo de WhatsApp, es un dilema que puedes reconocer.
A principios de 2021, WhatsApp anunció algunos cambios en sus políticas de privacidad y de intercambio de datos, concretamente en lo que se refiere a la forma en que comparte los datos y se integra con otros productos de Facebook. Pidió a los usuarios que volvieran a confirmar que aceptaban las condiciones de privacidad de la aplicación, algo que millones de ellos no aceptaron. Aunque WhatsApp ha sido percibida de forma crítica por muchos otros motivos a lo largo de su existencia desde 2009, este cambio en su política de privacidad ha provocado una reacción sin precedentes por parte de los consumidores que ha cogido por sorpresa a sus dirigentes. Pero no debería haberlo hecho.
La medida molestó a los clientes por dos grandes razones. En primer lugar, muchos de los usuarios de WhatsApp la eligen por el cifrado y la protección de datos que ofrece. Para ellos, un movimiento hacia un mayor intercambio de datos no solo era un paso en la dirección equivocada, sino que estaba fundamentalmente en desacuerdo con el propósito y la ética de la aplicación.
En segundo lugar, la medida parecía no estar en consonancia con los propios valores de Facebook. Construir valor social" es uno de los cinco valores fundamentales de la empresa: "Esperamos que todo el mundo en Facebook se centre cada día en cómo construir valor real para el mundo en todo lo que hacen".
Esta medida no sólo no parecía crear valor social, sino que muchos creían que destruía el valor creado previamente por la marca. Estaba cambiando la privacidad y el control que ofrecía a los clientes por más datos que podía utilizar de nuevas formas y, en última instancia, obtener beneficios.
Curiosamente, los cambios en sí mismos no eran tan significativos. Pero fue esta desconexión percibida entre los valores de la organización y sus acciones lo que hizo el daño. Al actuar de forma contraria a sus valores, demostró que los usuarios de Facebook no podían confiar en que la empresa cumpliera con sus responsabilidades y velara por sus intereses.
Desde entonces, WhatsApp ha visto cómo millones de usuarios acuden a nuevas alternativas como Signal y Telegram, aplicaciones que creen que pueden satisfacer mejor sus demandas de privacidad, seguridad y control.
Lo que las personas desarrolladoras pueden hacer por Pete
La gran lección que los desarrolladores deben extraer de la historia de Pete es que la tecnología responsable es un compromiso continuo y permanente. Si haces de la responsabilidad parte de tu visión, tiene que ser un factor en cada decisión que tomes. En un estudio de NielsenIQ, "más del 56% de los encuestados se declararon dispuestos a pagar más por productos y servicios si sabían que estaban tratando con una organización con fuertes valores sociales".
Por el contrario, como demostró la historia de WhatsApp, sólo se necesitan unos segundos para perder la confianza que costó años construir. Y una vez que esa confianza desaparece y la gente deja de creer que estás realmente comprometido a actuar en su mejor interés, es extremadamente difícil de recuperar.
Si tus manos no están alineadas con tu corazón, los usuarios -como Pete- empezarán rápidamente a hacerse grandes preguntas como "¿se preocupa realmente esta empresa por mí?" Y si no pueden ver pruebas de acción que respalden tus palabras, la respuesta podría no ser buena para tu organización.
Pronto se publicarán más reglas de oro. Esté atento.
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