Desde que introdujimos originalmente el término en 2016, los micro-frontends han ganado popularidad y han sido aceptados de forma generalizada. Pero como suele ocurrir con cualquier nueva técnica con un nombre fácil de recordar, en ocasiones ha sido mal utilizada o de forma abusiva. Es especialmente preocupante la tendencia a utilizar esta arquitectura como una excusa para mezclar una variedad de tecnologías, herramientas o frameworks competidores en la misma página, dando lugar a la anarquía de los micro-frontends. Una forma particularmente escandalosa de este síndrome consiste en el uso de múltiples frameworks de frontend, como React.js y Angular, en la misma aplicación de página única. Si bien esto puede ser técnicamente posible, no es en absoluto aconsejable, excepto cuando forma parte de una estrategia de transición deliberada. Otras propiedades que deberían ser consistentes entre equipos incluyen la técnica de aplicación de estilos (por ejemplo, CSS-en-JS o CSS modules) y los métodos utilizados para integrar los componentes individuales (por ejemplo, iFrames o web components). Además, las organizaciones deberían decidir si estandarizar usando enfoques consistentes o dejar a sus equipos decidir sobre cómo gestionar el estado, el acceso a los datos, las herramientas de construcción, las analíticas y una serie de otras opciones en una aplicación micro-frontend.